17 de junio de 2015

Yo, mujer que ama, que pare, que cría y que aborta.

Todo empieza con una prueba de embarazo positiva, al menos en la mayor parte de los casos, todo empieza así. De repente estás embarazada, te haces los controles, todo va bien, tu embarazo prosigue con normalidad y das a luz, también de manera magnífica.
Dejando de lado la violencia obstétrica del parto, hay una verdad oculta en todo el proceso del quedarse embarazada y del embarazo en si. Hoy quiero desmitificar toda esta fantasía de perfección, quiero abrir las puertas a la verdad y, sin que sea un texto triste, sí que quiero que sea una normalización de las cosas que ocurren. 
Yo soy Montse Sarrión y he tenido un aborto. Seguro que acabas de pensar “Oh! Pobrecita! Cuánto lo siento!” pero esa no es la finalidad del post.
Durante toda mi vida se me ha adiestrado para ser una persona fría, como el hielo, ni siento ni padezco. Se me ha enseñado que si no dejas salir las lágrimas nada te hace daño y que no quejarse sea la mejor manera de demostrar la fuerza de uno mismo.
Bien, todo eso son mamarrachadas. La realidad es que se me educó para ser sumisa, para aceptar las cosas tristes sin luchar en contra, sino a tragarlas y olvidarlas, a no hacer caso de mis sentimientos y sobretodo a ir en contra de mi Yo interior y de mi instinto.
Esto, evidentemente, me ha traído muchos problemas, y si la cosa acabara conmigo sería más fácil, pero lo cierto es que he hecho mucho daño en el pasado, hago en el presente y por desgracia, seguramente, haré en el futuro, aunque espero que menos.
Por eso, desde hace algunos meses he iniciado cambio de estilo vida. Un plan de cambio que envuelve todo mi núcleo familiar, que empezó con una entrada sigilosa al veganismo y que está siendo un descubrimiento de mí misma bastante intenso. Dentro de este cambio y de este reencuentro con mi Yo interior hay una premisa clara: ser fiel a mi instinto y a mis necesidades y ahora tengo necesidad de explicar que he perdido a mi bebé.
Sé que es un tabú, que se ve de reojo, se habla a escondidas de la mujer que le ocurre y se aplaca con frases como: eres joven, tendrás más oportunidades, seguro que no venía bien, es mejor así...
Pero la realidad es que es un proceso físico normal que sucede en muchas ocasiones cuando las cosas no van bien. Sucede casi en la mitad de los embarazos, muchas veces ni nos enteramos y no hay nada de qué avergonzarse. Igual que una no se avergüenza cuando se constipa, o cuando está estresada y tiene un ataque de pánico, no hay que sentirse avergonzada por sufrir un aborto. Es triste y, sobre todo si es algo que has buscado durante mucho tiempo, es terriblemente doloroso, pero las penas compartidas son menos penas.
Por eso quiero invitar a todas las mujeres que han sufrido abortos a que hablen de ello, pero de una manera natural, sin decirlo en voz bajita, sin miedo, sin enrojecerse y sin sentimiento de culpa. Hazlo por ti, hazlo por los que te rodean y sobre todo hazlo por todas las mujeres que vagamos por la tierra encerradas en nuestra burbuja de aire, porque el camino de la paz pasa por el de la aceptación.


Montse Sarrión

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